lunes, 7 de mayo de 2012

Impersonalidad


Cuando era niña, si es que lo fui alguna vez, me permitía pequeños ápices e ideas. Me gustaba cuando íbamos a coger leña al bosque, mientras mi padre y mi ex tio partían los troncos caídos yo me dedicaba a recoger los palos pequeños. Por supuesto, mi madre nunca venía a este tipo de “aventuras”. Solía escabullirme entre los árboles, y me dejaba llevar, realmente deseaba con todas mis fuerzas encontrarme con un lobo y domesticarlo, como en “El Principito” con el zorro . Pero claro, ¿Cómo se domesticaba algo salvaje? ¿Acaso si se domesticaba algo no perdería su verdadera esencia? A mí me daba igual, al igual que con mis caballos de juguete, a los cuales les dejaba sin sillas de montar o bridas  porque quería que se sintieran libres no pensé en ningún momento ponerle correa a mi lobo, que generalmente imaginaba de color negro con unos curiosos ojos marrones.
Me daba igual perderme o no, en aquella época nada me daba miedo, exceptuando los tiburones, pero eso era un caso aparte. Yo iba con mis botas de montaña de color amarillo, esas que teníamos papá y yo a juego, sacadas de Coronel Tapioca. Me importaban un pepino mis gafas de culo de vaso porque al estar atadas con una gomilla a la parte trasera de mi nuca eran unas ayudantes fieles a mi vista de topo.
Muchas personas afirman que el bosque no les habla, yo opino simplemente que no lo escuchan, que se han olvidado de todo.
Es verdad que la paz que me da el mar no me la aporta la montaña.
Pero los bosques…supongo que me volvían taciturna, pensativa, como siempre…mayor.
Siempre me he sentido mayor, como un animal que tiene que vivir en un caparazón pequeñito, igual.
Sopeso la idea de que mi capacidad sentimental es igual o mayor a esa sensación de ser mayor, pero desgraciadamente no se me da bien expresarla, está ahí, en el caparazón.
Mi padre nunca ha dejado de repetírmelo desde que nací, su idea es que mi madre es la racionalidad que lo mantiene atado al suelo porque si no saldría volando, mi hermano es el sarcasmo templado que además mueve el cariño de la casa, y en cuanto a mí, soy un cerebro que se auto sacrifica pero que vive en su propio eje gravitacional, ajeno a todo y a la vez metido en cada uno de ellos.
Simplemente no lo sé, y punto.
Me gustan los animales, las flores, el bosque, cultivar cosas…
Pero la gente tiene de mí la imagen de una figura capitalista de ciudad.
Esa es otra parte, yo no sirvo para vivir en un pueblo por ejemplo, porque me considero alguien excéntrico que se molesta cuando alguien desconocido intenta meterse en su vida, es por ello que busco la impersonalidad de la ciudad.
Pero si es cierto, me molesta mucho que la gente opine cosas de mi que no son.

2 comentarios:

  1. Creo que tienes un mundo interior que solo se muestra a quien realmente se lo gana. Digamos que no muchos logran mirar dentro del caparazon porque es muy chiquitito, y hay que poner ojos de chino. Pero estoy convencido de que eres una caja chiquitita llena de sorpresas :)

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  2. Pandoooraaaa te quieroo, (y me refiero a la cajita)
    TOdos tenemos la puta y maldita cajita...

    A mi me gusta todo...

    Jopetas que te quiero ver y hablar
    ¬¬

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