jueves, 1 de marzo de 2012

Como convertir algo confuso en algo racional


El otro día iba por la calle, como siempre más centrada en las canciones y en el suelo grisáceo y sucio de mi ciudad que en los rostros o espaldas que tengo delante.
Pero le reconocí, ese calzado, ese tipo de peinado, si.
Era él.
Se me hizo un nudo en el estómago, al verlo acompañado por una figura femenina y baja, de pelo castaño oscuro.
Una marabunta de viento hizo que viera el perfil de su cara a través de esa cortina de cabello.
Me pareció realmente bonita, guapa, preciosa.
Y aminoré mi paso poco a poco y me sentí confundida.
¿Cómo un hombre acompañado de tal mujer me proponía a mi acostarnos?
Suspiré la ira expulsada de mis pulmones ¿En serio? ¿De qué coño iba? ¿Realmente quería ponerle los cuernos a su bella novia con algo como yo?
Por supuesto que jamás iba a tener nada con él, en su vida.
No lo había tenido con ninguno de los amigos del que fue su pretendiente más…¿Importante? Tal vez solo importante por nombre u estatus social porque por personalidad carecía de interés.
Como todos sus amigos que parecía que jugueteaban con la idea de querer acostarse con ella a expensas de sus novias.
Por un segundo pensó en acercarse por la espalda y decirle a su novia:
<<Estás con un gilipollas que quiere cornearte.>>
Pero se abstuvo, esas cosas nunca salen bien, simplemente en un momento de incertidumbre aceleró el paso haciendo resonar sus botas, pensó que con suerte él nunca repararía en ella y a su vez ella podría fingir que él nunca había dicho nada.
Mientras le daba la espalda decidió pensar la idea más racional:
<<No es que quisiera serle infiel a su preciosa novia contigo, es solo que seguramente quería reírse de ti, como todos.>>


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