martes, 22 de diciembre de 2009

Crack


Y me daba miedo tal vez si quiera imaginar que al recordarlo se me agolpaban las lágrimas en la garganta.
Si, si. En la garganta.
Fisiológicamente imposible en un principio, pero tiene sentido en mi mente.
Y esa cumbre vertiginosa de tristeza me ha azotado como un huracán embravecido, como una bofetada mal dada.
Seca y disonante.
¿Por qué me hacía daño? ¿Qué coño me pasaba?
Me odiaba a mi misma por ser a veces tan estúpidamente vulnerable.
Pero a pesar de toda esa tristeza e ira repentinas…no he llorado.
Para  variar…
Que yo llore en estos tiempos parece un bien escaso, a menos que se me desplace la lentilla o se me meta rimmel en el ojo, entonces si que me lloran los ojos.
Menuda estupidez… ¿Estaré perdiendo mi forma primigenia de ser? ¿Mis sentimientos están equilibrados?
¿Le odio? ¿Me importa? ¿Sigo enamorada de una jodida Quimera?
Creo más bien que es de un recuerdo vago y lejano que se cuela como un garfio y desgarra mi vientre, esófago, garganta y boca.
Entonces entre resuellos de sangre ficticia pienso en cómo y porque las cosas pueden afectarme tantísimo.
¿Y si yo, pequeñita y atemorizada, fuera más fuerte? ¿Más grande?
Seria todo diferente…
Si pudiera pasar página.
Si no me avergonzara.
Si no tuviera miedo del pasado.
Si no me importase hacer locuras.
Si…

Al fin y al cabo, son mis mismas mierdas de siempre.

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